miércoles, 2 de noviembre de 2016

ALADARRIKATU también comienza el curso!!



27 de Octubre de 2016.
6:50 de la mañana, suena el despertador y no es para ir a trabajar (todavía) y tampoco es un aparato electrónico ni un móvil… Es nuestro hijo, que literalmente grita “ya está, ya está”  Tiene 2 años y esta es su forma de decir, “Vamos al lio” o por lo menos, eso interpreto yo.
Desayunos varios, preparar la comida, duchas, nos vestimos, “recogemos” la casa y ale, preparados para ir a la ikas.
Así empieza nuestra rutina, que continua dejándole con sus compis de clase, y yo corriendo al metro para ir a trabajar.
Hoy es un día largo, Actividad grupal por la mañana, coordinación en un centro escolar, cita con varias familias, y entre todo esto se supone que como y finalmente salgo de currar a las 19:30.

A  continuación reunión con Aldarrikatu, que también comienza el curso!!!

Y  sobre esto precisamente iba el post, aunque  me haya enrollado con lo anterior por mi necesidad de justificar el despiste que a continuación os explico.
Y es que…  ¿Os podéis creer que una semana más tarde no soy capaz de acordarme de uno de los debates más interesantes que surgió en la reunión?

Porque hablamos de quienes estábamos, de los que no habían podido venir,  de cuando serian los mejores momentos para juntarnos, surgieron propuestas de hacer algo más, de hablar con otros, simplemente hablar con otros, que a veces ya es mucho y nos organizamos según lo llevado a cabo también en años anteriores y…

Resultado de imagen de gato pensandoPues eso, que no lo recuerdo, y sinceramente mi cabeza hoy ya tampoco da para más, así que compis, ¿podéis ayudarme? Creo que este tema, que Cosme ya ha abierto en otros foros, podríamos compartirlo también en este.
Porque no entraba en el orden del día de la reunión, pero salió, y me parece importante recogerlo.

Oihana Martitegi

lunes, 30 de mayo de 2016

¿Qué es para tí acompañar, qué significa, cómo lo describirías?

Notas sobre acompañamiento social. Jornadas del Observatorio del Tercer Sector de Bizkaia
Para mi acompañar es ponerse del lado del sujeto, acompañarlo en sus invenciones particulares, en su diferencia, y en su singularidad. 
A su vez, el acompañamiento, en tanto en cuanto implica a dos personas, pone de manifiesto la necesidad de todo ser humano de dirigirnos a alguien con quien poder contar, con quien contarnos, es decir, incluirnos. Es en la relación a un otro, en la transferencia, donde cada uno de nosotros podemos producirnos como sujetos.
Una de las cuestiones que me planteaba Raul, tras su amable invitación a participar en esta mesa, tiene que ver con la sensación de que el acompañamiento es en la actualidad un concepto clave para el trabajo de las organizaciones del tercer sector. Sin embargo, señalaba Raúl, es un concepto que se puede entender de muy diversas maneras.
Efectivamente, hoy en día el acompañamiento es más que nunca una palabra vacía, en el sentido de que engloba casi todas las modalidades posibles de entender una praxis en un campo de experiencia muy diverso. Podemos, por ejemplo, llamar acompañamiento a las muy habituales prácticas de reeducación basadas en la coerción, la exigencia, el autoritarismo y el castigo (muy presentes en la red asistencial), como a otras fórmulas de acompañamiento que cuentan con el sujeto, sus derechos y sus tiempos, su capacidad para tomar decisiones y su dignidad.

En mi opinión resulta necesario situar el acompañamiento en una estructura de trabajo, en un campo de experiencia y en un trabajo colectivo en el que convergen diversas disciplinas, y que bien podría estar orientado por una ética basada en un punto central: acoger la singularidad de cada persona y su particularidad en el campo de las prácticas institucionales, que tienen, a su vez, una tendencia natural y estructural hacia la homogeneización y el borramiento de las diferencias. ¿Por qué digo esto?
Porque el acompañamiento surgió ante el fracaso de otras metodologías más rígidas donde el saber se situaba exclusivamente del lado del profesional. Ahora bien, acompañar implica deslocalizar el saber para ponerlo del lado del sujeto.
Esto requiere, por un lado, grandes dosis de humildad por parte del profesional pero también requiere de una orientación muy precisa y una práctica mas horizontal y respetuosa con las posiciones subjetivas, tanto las del propio profesional como las de las personas atendidas, así como con el respeto por los límites éticos de la acción educativa y los derechos de las personas.
¿Cómo crees que ha evolucionado el acompañamiento desde los espacios en los que has intervenido desde que comenzaste…
En la actualidad existe una peligrosa tendencia a confundir el acto terapéutico con el acto social. No se entiende que en muchos de los dispositivos de atención social se opte por unas metodologías que condicionan la estancia a unos objetivos terapéuticos, que se imponen de entrada y por igual, a cada persona, sin tener en cuenta la particularidad de cada uno. Todos estaremos de acuerdo en afirmar que el acceso a un tratamiento no debe ser tomado como condición previa y necesaria para el acceso y el mantenimiento en una vivienda social, por citar tan solo un ejemplo. Entonces ¿Por qué se exigen objetivos terapéuticos en las prácticas sociales? Es una pregunta que encierra múltiples paradojas y malentendidos.
Muchas de las prácticas sociales e institucionales que alberga la red asistencial y, en particular para personas en situación o riesgo de exclusión social se basan en modelos de reeducación y tratamiento que condicionan de manera muy notable tanto el acceso al servicio como el trabajo de acompañamiento, propiciando en multitud de ocasiones el abandono de estos programas (las conocidas expulsiones/que son modos de segregación en el interior de la institución).
Se trata, en consecuencia, de profundizar tanto en los límites éticos como en la separación necesaria que existe entre la voluntad terapéutica, a veces feroz, y la función social de acoger y alojar a aquellas personas que se encuentran en una situación extremadamente vulnerable. Mantener esta función “social” es precisamente lo que permite marcar un límite a una voluntad terapéutica que, sin este límite, arriesga transformar la institución en un lugar de alienación, improvisación y de experimentación a ultranza.
En mi opinión, esta cuestión encierra un debate fundamental que debería suscitar, cuanto menos, la inquietud de aquellos profesionales y disciplinas que concurren en el aparato de la red asistencial y los Servicios Sociales. 
        ¿Te haces preguntas, tienes dudas…
Como decía, ante este panorama, nosotros sostenemos que necesitamos un “método” y un tiempo para poder pensar: interesarnos por lo particular de las personas que atendemos y también, por qué no decirlo, de la particularidad de nuestro acto (de aquello que ofrecemos al otro para hacer posible un cierto efecto de lazo social). Poder pensar más allá de la inmediatez que tan habitualmente reina en nuestra práctica, en ocasiones secuestrándonos de nuestro propio cometido.
En este sentido, la realidad actual de muchos equipos profesionales es que ese espacio colectivo, destinado a pensar, o bien no existe o, si está previsto, acaba siendo devorado por la contingen­cia de las urgencias, de aquello del día a día que siempre se impone como un imponderable que impide realizar lo importante.
Como muestra, desde Aldarrikatu llevamos 3 años trabajando con ejemplos de nuestra práctica para poder pensar y extraer algunas orientaciones y lógicas que nos ayudan a comprender mejor nuestros actos. En el mismo sentido en la Asociación de psiquiatría comunitaria de Euskadi (OME) coordino el trabajo del grupo de educadores y salud mental en el que trabajamos los interrogantes que nos suscitan aquellos casos que atendemos, uno por uno, y esto nos sirve para construir discurso sobre nuestra práctica, poniendo a la persona y su particularidad en el centro de nuestra tarea.
Con respecto a la necesidad de hacerse preguntas, pienso que es necesario contemplar que el saber no está de entrada, tampoco es un dato, ni puede ser extraído mediante cuestionarios, entrevistas o protocolos de intervención. Para ello, es necesario pensar el saber cómo aquello que no está aún producido, elaborado, completado. Sino, más bien, como algo que está por venir, por extraer, por deducir. De esta manera es posible crear un agujero, un vacío central que aspira un saber que debe elaborarse.
En definitiva, pienso que el futuro del acompañamiento social pasa por reintroducir el interés por la singularidad y su verdad (la verdad de cada sujeto), o tomar otro tipo de caminos, mas del lado del control social, la gestión de categorías poblacionales diversas, la evaluación, la prevención, la salud, en definitiva, el orden público. Para esto es necesario, y con esto termino, alejarse de las categorizaciones de usuarios. La práctica del uno por uno, del caso por caso, pone un límite a las propuestas universalizantes animadas por una lógica colectivizante, del estilo, "tipo" de usuarios, "tipo" de sujetos, “tipo” de educadores sociales, etc.
Por otra parte, en nuestro contexto, podemos pensar que la relación asistencial tal y como hoy la conocemos responde, en gran medida, a unos rasgos. Destacaré tan solo tres de ellos:
1.     La pérdida de calidad y cantidad del vínculo profesional-sujeto. Que se ha transformado en un encuentro cada vez más fugaz, de corta duración y siempre con la mediación de alguna tecnología (Ordenador, pruebas, informes, bases de datos, protocolos, prescripciones…). 
2.     El aumento notable de la burocracia en los procedimientos asistenciales. La cantidad de informes, evaluaciones, cuestionarios, aplicaciones, que un profesional debe rellenar, superan ya el tiempo dedicado a la relación asistencial propiamente dicha.
3.     La coordinación entre profesionales y recursos queda reducida al intercambio ocasional de informes, conversaciones telefónicas o emails, cuyo principal eje y sostén es la derivación.
Estas características configuran una nueva realidad marcada por una pérdida notable. La que se deriva de la sustitución del propio juicio de los profesionales (elemento clave en la praxis) en detrimento del protocolo monitorizado. Como correlato a este hecho tenemos la reducción del sujeto atendido a un elemento sin propiedades específicas (homogéneo, contable y categorizado).
Como alternativa propongo pensar en modos de tratar la red asistencial, de manera que esta pueda adaptarse a la singularidad de cada persona y no al revés. Esta modalidad de trabajo desplaza la pregunta sobre el sujeto hacia la pregunta sobre la red. Me explico, podemos pensar que en ocasiones no se trata tanto de “tratar” al sujeto, sino de tratar la red, la institución, el servicio. En determinados casos, podemos observar como modificando en algo la posición que ocupamos los profesionales y servicios, esto permite que la persona a la que atendemos pueda, a su vez, afrontar sus dificultades de una manera más satisfactoria. Es lo que se conoce como la “práctica al revés” (Di Ciaccia, 2001) que, a grandes rasgos, apunta en la dirección de tratar la institución, su atmósfera y su función, para que en consecuencia ésta sea capaz de acoger la singularidad de cada persona y acompañarla en sus diversos avatares. 
 Cosme Sánchez
Técnico en intervención social




miércoles, 18 de mayo de 2016

TRAYECTORIA PROFESIONAL , EXPERIENCIAS, APRENDIZAJES

Eskerrik asko . Por haberme invitado a compartir esta mesa y porque me ha servido para poder reflexionar  lo que ha supuesto y supone mi propio camino en la profesión.  Reflexiones que ahora comparto.
   Me siento como la “abuela cebolletas” contado mis experiencias a lo largo de mi carrera profesional,  como si pareciese que ésta ya se ha acabado. Independientemente de que ya estoy cerca de la jubilación,  resulta que siempre me he sentido y me sigo sintiendo Educadora Social citando  las palabras en educadorsocialasturias – paranoias de Alberto  en un post reciente :

Somos educadoras  las  24 horas porque nuestra mirada es social, no es de otra forma, no puede ni (me atrevo a decir) debe serlo. Nuestros ojos son críticos, cuando compramos ropa, comida… cuando vemos la tv, cuando miramos internet, cuando escuchamos la radio e incluso la música que elegimos. Esa es la mirada social
El ser educador social las 24 horas; no es llevarnos el curro a casa,
Sino tener y actuar desde esa mirada social.

  Mi historia profesional en la Educación Social, va de la mano de lo que ha sido el inicio de la profesión y su desarrollo a lo largo de estos años.
En realidad empecé a ejercer profesionalmente de manera tardía, con alrededor de 35 años,  aún no se había creado la diplomatura  de Educación Social.
 NO OBSTANTE , YA VENIA de estar en  contacto con lo que hoy es la profesión  desde los 18 años aproximadamente  (estamos hablando del año 1975 más o menos , todavía en la dictadura) ,  y todo por hacer , con grupos de tiempo libre; escuelas de padres; foros en torno a la mujer , Formación , etc.., con mucha inquietud y participación social ., pero esto lo hacía en mi tiempo libre, voluntariado, militancia. Aparte me tenía que buscar la vida , así que trabajé durante 17 años de secretaria de dirección y en mis tiempos libres me dedicaba a estas cosas y además a sacarme una licenciatura, que en mi caso, al no existir Educación Social, entendía que lo que se acercaba más a este campo era la Pedagogía., que la hice por la UNED.
Así que aquí me  encuentro con lo que para mí marca unos hitos importantes para  lo que en el futuro va a ser mi desarrollo personal y profesional,

 AEl contexto social , el momento en que yo y otras personas como yo empezamos a implicarnos  y comprometernos socialmente. Saliamos del agujero y todo estaba por hacer: mucha participación social; asociaciones de vecinos muy activas, con mucha ilusión y ganas.
 B/ Vocación No quiero decir que ahora las personas que elegís  la Educación Social no tengáis vocación, solamente digo que existen muchas variables más para elegir la carrera y no precisamente la vocación, mientras que entonces simplemente no existía , tuvimos que, como en tantas cosas más, “perseguir” nuestra vocación para que se hiciera realidad para dotarla de cuerpo y reconocimiento .
 C/ Coherencia: Allá por el año 91,  En Agintzari me dieron la oportunidad (había estado formándome con ellos, porque había mucha formación y muy  buena) de hacer una sustitución para educadora de familia, no me lo pensé e hice “un salto en el vacío” y me lancé, midiendo los riesgos que eran muchos , pero lo tuve claro y ahí sí empecé como Educadora  profesionalmente hablando (la carrera aún no estaba) .
Me costó asumir, y lo hice con gusto que me pagaban y me podía ganar la vida , haciendo aquellos que siempre lo había hecho en el tiempo libre, y si hasta entonces había sido como si llevase dos vidas paralelas, una dedicada a ganarme la vida y otra la verdaderamente mía, ahora se unían ambas y  todo iba en sintonizaría , era coherente.

Y prácticamente en este punto empieza también mis contactos con la Universidad porque sale ya la primera promoción y en paralelo la asociación de educadores y educadoras está en un proceso de sacar el colegio, este también fue una labor ardua de un buen puñado de educadoras y educadores a lo largo de varios años. Diplomatura, colegio, procesos de habilitación, código deontológico… etc. , que han ido poniendo los cimientos de la profesión. 

CREO QUE ES IMPORTANTE RECORDAR ESTAS COSAS PORQUE
 A veces tendemos a pensar que lo que tenemos, lo que disfrutamos, ha estado ahí siempre o alguien nos lo ha concedido y esto nunca es así ,  es gracias a la persistencia, la lucha, la preparación de muchas personas que finalmente conseguimos hacer realidad tanto derechos, como oportunidades, sueños ,etc.

 Es precisamente desde esta vocación que me motiva, me ilusiona, me impulsa desde donde siempre me ha parecido y me sigue pareciendo importante la formación, seguir formándome y no necesariamente con cursos y más cursos, que también, sino desde la inquietud por leer, contrastar, reflexionar, escribir. A mí aún me sigue sorprendiendo lo que aprendo, lo que me muestran y me enseñan las personas que acompaño en mi tarea.
  En los tiempos en los que aún no hablábamos ni de profesión ni de carrera ni de nada de esto, había una máxima que seguíamos en los grupos en los que estaba envuelta y enredando , era
                           “acción, reflexión, acción”, 
es decir estaba la experiencia, la reflexión o teorización (si lo preferimos) y vuelta a la acción. Esta máxima me sigue ayudando.
 Y ha habido autores que me han acompañado y que son referentes importantes: Carl Rogers, con conceptos importante como la Congruencia   que en nuestro marco Rogers la definiría como “autenticidad, sinceridad y transparencia de la persona que acompaña personas y procesos o como Paulo Freire en su pedagogía del oprimido y en la definición que hace de Educación bancaria,(entre otros) creo que en muchos de nuestras intervenciones seguimos (lo peor de manera inconsciente) , cuando dice y define la educación bancaria como aquella que “en lugar de observar la educación como un proceso de diálogo consciente y con discernimiento, la educación bancaria contempla al educando como un sujeto pasivo e ignorante, que llevado al campo de la educación social, supone que es el profesional de la educación el que le dice lo que ha de hacer “
y otros muchos : Minuchin; Cancrini, Marco Marchioni, Barudy; Zirulnik,
Jose R. Ubieto  (con sus trabajos sobre el trabajo en red), y como no podemos perder NUNCA la mirada social y menos en estos tiempos, un imprescindible para mi Zygmunt Bauman , también Sanpedro y otros.
Y en la medida que voy leyendo, aprendiendo…, me doy cuenta que , como dijo Sócrates “solo sé que no sé nada” .

 Otro hito importante y que para mí significó un antes y un después fue cuando en  el 2005  hice la Formación de Orientación y Supervisión en la Asociación Navarra Mitxelena,  teniendo como tutor a Jesús Hernandez Aristu para mí una  de las personas, sino la persona que más me ha aportado personal y profesionalmente , no se si tanto en  por la formación transmitida o posibilitada, sino por la autenticidad y congruencia  que nos transmitía,  y por la posibilidad que me dio para conocer y reconocer lo que llevo en mi “mochila” para conocer “mi herramienta de trabajo” que soy yo misma, para no solamente conocerla, sino para cuidarla, darle descanso , y además para saber, en mi trabajo cotidiano, lo que es mio y lo que es del otro….. . Yo creo que esto ha hecho posible que a día de hoy, sí un poco cansada, no me haya quedado en el camino, y me siga activando ante los retos del día a día de nuestro trabajo.

A menudo me han preguntado  y me preguntan (pregunta recurrente, a vosotras también os habrá pasado)  que hago en mi trabajo y mi contestación siempre ha sido “ Acompaño la vida cotidiana de las personas para que la mejoren” así de sencillo y de complejo al tiempo.  Porque hablo de acompañamiento, de presencia, de escucha , de vinculo…. . Yo como profesional tengo las herramientas, los recursos, las estrategias… que harán posible que las personas y los colectivos vayan haciendo sus propios procesos.

 Este es un aspecto que, al tiempo que se ha ido haciendo la profesión, que la profesión ha sido subsumida por las Administraciones y las políticas sociales , se ha ido ordenando , protocolizando , en aras a cada vez una mayor eficiencia y un mayor control, unas mejores estadísticas, así las personas, las comunidades, los colectivos se convierten en : expedientes; nº de casos atendidos, poblaciones dianas. Todo tiene que entrar en un Item. La deriva actual es que el objetivo de nuestro trabajo sea cumplir los protocolos con la mayor eficiencia posible y que las personas, sus vidas entren en un determinado item, cumplan unas determinadas expectativas perfectamente controladas y controlables ….. ,
 lLas personas somos únicas con  expectativas propias, proyectos de vida propia, procesos únicos , las personas, los colectivos están  y tienen que seguir estando en el centro de nuestra intervención , no las estadísticas ni los protocolos que son o debieran ser , herramientas que nos ayudan.  Creo que este es un gran reto en este momento, para la profesión .

Y se convierte en un gran reto porque no nos olvidemos que vivimos, desde hace ya un tiempo en un cambio social  en un cambio de paradigma, es decir un cambio de modelo social,  el sistema  capitalista “hace aguas” ,(no lo digo yo) y  nos seguimos empeñando en respuestas que como mucho “tapan algunos agujeros”, ya no valen, así que en lo que desemboque el nuevo modelo dependerá de todas nosotras y en lo que respecta a nuestra profesión , igual.. Apasionante.

Por ir terminando..

Hace años en una formación, hicimos un ejercicio de visualizarnos y expresar como nos gustaría vernos, al término de nuestra vida profesional y yo contesté que me gustaría estar haciendo lo que hacía, con las mismas ganas, motivación y entusiasmo. Afortunadamente, así es , cierto que en ocasiones me siento cansada, pero creo que es más un tema de edad y de circunstancias que la vida va trayendo.

Así que..
 Jubilada o no, seguiré siendo educadora social, porque no puedo dejar de tener una mirada social y eso solo, ya me compromete  quizá con un poco menos de energía, pero con la misma pasión, porque vivimos tiempos apasionantes y llenos de retos, donde todo está por inventar y hacer en este nuevo sistema que emerge.

Eskerrik asko por escucharme y espero que os haya servido.

Inés - Educadora Social

martes, 29 de marzo de 2016

DE PRESENCIAS Y AUSENCIAS

 El origen de esta reflexión está en un encargo que la Asociación Susterra me hizo para una jornada que estaba organizando, octubre de 2015: Calle, comunidad y relación. Vínculos de proximidad como clave para el éxito. Así que voy a empezar agradeciendo, fue una responsabilidad y una gran oportunidad, como la vida misma. Lo que voy a comentar aquí no es un discurso teórico sacado de la reflexión y el estudio de autores, años y años buceando en textos…. Es fruto de mi experiencia profesional, y de la reflexión compartida con muchas personas a lo largo de estos años. Sencillamente voy a contar un poco de mi experiencia de unos cuantos años. 
He trabajado tiempo de educadora, sin embargo, nada es casual, siempre he tenido la cabeza y el corazón en lo que les pasaba a nivel personal, a nivel de salud, a las personas con las que estaba. De la psicologia a la intervención social, y en la intervención social con mirada psico, con mirada emocional. Lo picosocial, psicoeducativo, que curiosamente ahora está sobre la mesa (como nunca jornadas y talleres, encuentros en los que sale esta palabra). Y todo esto situado en los barrios, en los contextos, en la comunidad.
 Voy a hablar de los procesos que hacemos con las personas que viven situaciones de vulnerabilidad social, exclusión social. Y de los procesos que tienen que ver con lo personal, con reconstruir su historia, con lo psicoeducativo, psico- social, cercano a lo terapeútico en cuanto a estar mejor, recuperar salud, posibilidad, fuerza, futuro. bienestar, recuperar mi historia de tal manera que no sea bloqueo, sino impulso. Tener en cuenta su historia vital y su momento actual, para seguir en la vida con otra mirada, CON OPORTUNIDAD DE CAMBIO.
 Y quiero hablar de este trabajo individual y grupal de reconstrucción, teniendo en cuenta los contextos como «sanadores» también. Las personas. Estamos con personas que tienen experiencias de daño, ruptura emocional…que en muchos casos conlleva el título de enfermedad mental. Tienen mucha ausencia, de referentes adultos, de límites, orden, ritmo, de tranquilidad en casa, ausencia de capacidad de frustración, de estímulos y refuerzo, de experiencias de éxito, de refuerzo social, de éxito en lo escolar, en las relaciones, de relaciones de igualdad…de respeto y de respetar…. y mucha presencia.
 Grandes supervivientes, fuerza, capacidades, ganas de cambio y mejora (aunque a veces muy oculta), risa, disfrute, agradecimiento aunque no expreso, emoción a tope, crisis y conflicto, angustias, violencia, alegría, humor… . Creo que a veces no vemos ninguna de estas dos dimensiones, solo vemos conductas que no son legales, adecuadas, que no se corresponden con lo que se espera, que rompen con el estatus quo, …..que molestan al vecindario, a los recursos..
 Las personas profesionales necesitamos estar PRESENTES PARA PODER VERLES, SENTIRLES. Para poder trabajar sus ausencias a través de su presencia y de la nuestra. Y para nosotras/os estar presentes necesitamos de emoción, no sólo de cabeza.
 Nuestra profesionalidad, para mi, se basa en un buen equilibrio a este nivel. En esta tensión, emoción es donde, en mi opinión y experiencia, se puede producir un encuentro significativo. Y desde luego, sólo desde aquí una posibilidad de cambio. También nosotras/os profesionales tenemos que apropiarnos de lo que hacemos. Parece que sólo los protocolos de items recogen el trabajo. Pues no. Protocolicemos desde lo cualitativo, con rigor y responsabilidad. ¿Cómo es este tejer fino? Es un ESTAR QUE TIENE QUE VER con:

Estoy con una persona que tiene su historia, su dificultad y su posibilidad. Y que tiene derecho a tener su historia. Con una persona que igual no ha tenido ninguna experiencia de relación significativa en la que se le ha recogido como otro/a . Cuido que establezca una relación de confianza, me doy tiempo para ello, porque en cada caso es único, para a partir de ahí establecer una relación y hacer un proceso psicoeducativo. Me muevo en sus contextos, cuido la relación, estoy presente, y la persona se da cuenta de que para mí ella también está muy presente. En ese juego de presencias se genera la posibilidad de poder acompañar su proceso. Escucho, estoy muy atenta a lo que trae, a cómo se mueve,…acojo, limito, confronto. Soy clara, honesta, le respeto. Respeto su ritmo, su necesidad, posibilidad. Lo que quiere y puede contar y lo que no. Le devuelvo con la distancia profesional, poniendo sobre la mesa también los límites de mi trabajo. Todo no puedo y además no quiero. Tengo en cuenta la responsabilidad. De qué se puede responsabilizar en este momento? No pido lo que no se puede y si lo que creo que puede aquí y ahora. Tu de que te responsabilizas? Yo de esto…Yo también me responsabilizo de lo mío. 
Respeto sus tiempos y lo que me cuenta, o su silencio. Tengo delante la cuestión de la igualdad mujeres y hombres, tengo en cuenta el machismo estructural vigente, y cómo son estos procesos en el marco de la vulnerabilidad y exclusión. En qué contextos viven estas mujeres, sus pluses, cual ha sido su modelo. Las mujeres. Respiro, me enfado, acepto y a seguir. Los microcambios. Me planteo estrategias para ver cómo comunicarme, cómo acercarme, como mantener algunas distancias para no confluir . Para seguir siendo 2 personas en relación con roles diferentes y viviendo momentos únicos
Detrás de cada encuentro hay un plan de trabajo, un proyecto. Una hipótesis de trabajo y unos objetivos que quiero conseguir. Hay método y técnica. No es un tema de buenismos. 
Es algo complejo y emocionante. “Es un trabajo fino de equilibrios”. “Crear redes de relaciones. Poética de la proximidad” (Silvia Navarro. Perspectiva relacional). ESTAR para trabajar estas presencias y ausencias. Con-tacto. Los procesos. Los tiempos, los protocolos… Un ejemplo, ¿cuánta rehabilitación necesita una persona después de una operación a corazón abierto??? Tiempo no??’ ¿Por qué en lo emocional, personas que están haciendo procesos duros profundos, porque vienen de experiencias básicas de mucha ausencia, porque nuestra realidad social es injusta, que no son culpables de lo que les pasa (sólo responsables de su vida), tienen que hacer un proceso en 6 meses/2 años.. Cuando llevan 25, 14 o 35 años viviendo de esa manera tan sobreadaptada?
 Marquemos plazos, por supuesto, pero….y Seamos personas, seamos personas serias, seamos personas profesionalmente competentes. Diseñemos procesos evaluables por supuesto, esa es una de nuestras responsabilidades, pero que el cumplimiento de nuestras herramientas no rompa la esencia. Y esto trabajando Los contextos y en red. no sólo con los recursos especializados que tienen que ver con «el caso», trabajemos lo comunitario, en la comunidad. Hacer estos procesos personales y grupales y hacerlos también teniendo en cuenta el entorno. Como un circo de 3 pistas. También la comunidad como generadora de procesos de presencias y ausencias. Yo hago el trabajo psicoeducativo, y tú eres la psiquiatra, tú el maestro de la niña, y tú de la asociación de mujeres en las que vamos a intentar que participe o del huerto urbano de su barrio…. Una manera de contar que si, yo estoy trabajando en lo emocional, pero que como participe en el huerto urbano, lo petamos… Esto si que es red, red que sostiene y que nutre.
 La imagen que me viene es la de onda concéntrica pero sería con gafas 3d.
 Sobre el trabajo en red llevamos muchos años y años… Nos cuesta trabajar en red. Igual es que no sabemos, igual es que no queremos, igual es todo… Pues no hay otra manera de trabajar con calidad, Si que está en nuestros programas y en muchas ocasiones diseñamos las líneas de intervención en red. Es mejorable como todo, y creo que en algunas ocasiones si que nos falta diseño, implementación con reparto de responsabilidades y evaluación desde esas responsabilidades. Visión de proceso global, y que justo en esa visión y en el trabajo desde esa visión está el logro de los objetivos, la mejora de la calidad de vida de las personas con las que estamos, y el cambio social??? Para mi también. 
Me sale que nos toca una de respetarnos más a nosotras/os mismas/os, y a las personas con las que trabajamos.
 En un tiempo gris nos hemos mimetizado, y lo que es peor nos justificamos con ello. Ya cansada, cansados de caer en esa espiral de todo está mal, ¿la responsabilidad ??…quien hace las políticas sociales, quien las gestiona, el tercer sector…. Todo abstracto. Estoy muy cansada de compartir discurso con personas y entidades y que luego en los ámbitos en los que puedo incidir para algún pequeño/gran cambio, nada de nada. Discursos huecos, mucha palabra y muy poca acción en consecuencia. Muy poca presencia. Bueno siento como una invitación a buscar maneras sólidas, creativas, estratégicas, coherentes, humanas, desde la humildad y la curiosidad, éticas, con humor, desde la posibilidad, justas, sensibles, profesionales, de calidad técnica, emocionantes… Con presencia.  Mila Esker. 

sábado, 2 de enero de 2016

La función social de las instituciones en la atención a las personas sin hogar: un deber de humanidad. El ejemplo de HOUSING FIRST


El proyecto Housing first, en curso en diversos países, permite dar cuenta de la “función social” que debe, a mi juicio, privilegiar la atención social sobre otras líneas del programa institucional en la actualidad y, en particular, en la atención a las personas en situación de vulnerabilidad social y sin hogar. Sin entrar a hacer un estudio pormenorizado y detallado del método si querría situar y localizar algunas cuestiones del mismo, que no han de pasar desapercibidas para aquel que pretenda hacer una lectura atenta y contemporánea de los dispositivos de atención a las personas en situación de sinhogarismo.

En nuestra práctica, no son pocas las ocasiones en las que nos vemos interpelados a preguntarnos por nuevos lugares y maniobras que permitan poder alojar a aquellas personas que no pueden seguir los itinerarios marcados, y que nos convocan a nuevas búsquedas. Cada disciplina se ve empujada a re-inventarse, a investigar nuevas maneras de pensar la profesión, la red asistencial o los dispositivos de atención ciudadana (Salud Mental, educativos, sociales). Hoy, más que nunca, necesitamos espacios, tiempos e iniciativas que hagan posible acoger y promocionar a aquellos que, por diversos motivos, hayan quedado “caídos” del lazo social, es un deber de humanidad. Es este el caso de muchas personas que se encuentran actualmente, hoy, en situación de “sin hogarismo” en nuestro territorio.

En las siguientes líneas trataré de articular algunas cuestiones que quizás nos permitan elucidar otras maneras de tratar la red asistencial ante los impasses de una época marcada por el signo de la fragmentación social, la caída de los ideales reguladores de otro tiempo y el desgaste de las figuras de autoridad que alumbraban las coordenadas del programa institucional durante la modernidad. Haciendo especial hincapié en la función social, de acogida y abrigo, que a mi juicio debe prevalecer en el programa institucional en nuestro trabajo con las personas sin hogar. Para ello tomaré como muestra algunas consideraciones y paradojas que pone sobre la mesa esta experiencia que toma por nombre “housing first”; la casa o el hogar, lo primero.

La función social de las instituciones: un deber de humanidad.

Tradicionalmente, se ha abordado el fenómeno del sinhogarismo como una cuestión de política social, buscándose soluciones a través de dispositivos especializados de alojamiento. No obstante, en los últimos años ha ido creciendo una mayor sensibilidad hacia el papel central de la vivienda en la erradicación del sinhogarismo y su función social. En ese contexto, cada vez es mayor la atención que se le está dando al modelo Housing first como solución a este problema. Se trata de un enfoque que, sin ser revolucionario, subvierte en algunos postulados las intervenciones tradicionales. Este modelo surge en Estados Unidos a principios de los años noventa, por la organización Pathways to Housing. Esta entidad se dirigía exclusivamente a trabajar con personas sin hogar con problemas de adicciones y/o que padecen trastornos de salud mental. El modelo se basa en una intervención temprana en vivienda, proporcionando viviendas asequibles, permanentes y unipersonales a personas que vienen directamente desde la calle o desde dispositivos de emergencia, y ofreciendo un servicio de apoyo y acompañamiento social y de salud intensivo. Este modelo tiene como objetivo prioritario alojar a la persona en una vivienda estable tan pronto como sea posible, con estos principios básicos:
  •          Es una elección del usuario.
  •          Separación de vivienda y servicios de tratamiento.
  •          Ofrecer servicios que promuevan la recuperación.
  •          Integración en la comunidad.
  •          Práctica basada en hechos.

Este modelo privilegia la función social -de acogida- de los servicios residenciales y por extensión de las instituciones, poniéndola en primer plano. Distanciándose de los enfoques tradicionales de intervención residencial, basados en el “modelo de escalera”, la reeducación o los itinerarios residenciales, donde la vivienda estable es el objetivo final del proceso de integración, y las personas sin hogar pasan por distintas etapas (centros de acogida o albergues, pisos tutelados de corta, media y larga estancia, pisos de mayor autonomía, etc.) antes de “estar preparadas” para ser alojadas. Esta estrategia de escalera ha sido seguida tradicionalmente por muchos países europeos, incluido España.


En el campo de la exclusión social es necesario tomar muy en serio que lo que está en primer plano es una dificultad subjetiva, a veces estructural, para hacer con el lazo social. En muchas ocasiones se trata precisamente de personas con una problemática asociada a la salud mental. En este sentido se trata de crear “espacios de vida” o, dicho de otra manera, unas instituciones que posibiliten de entrada, y de manera prioritaria, acoger a las personas de manera un tanto incondicional, en una atmósfera de seguridad, calidez y apoyo, de tal forma que la persona pueda tener un tiempo y un espacio desde el cual poder iniciar ciertos recorridos sociales. Podemos entonces considerar esta función de hospitalidad, de deber de humanidad, como aquella tarea que se encuentra en el lugar central de lo que es deseable ofrecer a nuestros ciudadanos. Acoger, de manera incondicional, a aquellos que se encuentran sin hogar, sin casa, desalojados de un espacio tan imprescindible como esencial para poder construir un porvenir, un proyecto de vida, una vida digna y privada.

El programa desarrollado por Pathways to Housing contiene los siguientes elementos clave:
  •     Se dirige exclusivamente a personas que sufren de enfermedades mentales y trastornos de adicción.
  •        Proporciona acceso inmediato a una vivienda asequible y permanente directamente desde la calle o desde los dispositivos de emergencia.
  •        A los usuarios se les recomienda la participación en un tratamiento de salud mental y/o en la reducción de las drogas y el consumo de alcohol, pero no es obligatoria para el acceso a la vivienda o para que puedan mantenerse en la vivienda y recibir apoyo social.
  •       La vivienda se proporciona a través de un contrato de arrendamiento sin límite de tiempo, y la prestación del servicio está disponible todo el tiempo que sea necesario. La vivienda y el apoyo social se mantienen independientes entre sí.

En este sentido, el modelo Housing first plantea una separación muy interesante a la par que necesaria y contundente entre lo terapéutico y lo social. Dando a entender que si bien ambas tareas son compatibles también es cierto que se corresponden con momentos y tiempos distintos. Separar ambas perspectivas permite pensar los recursos residenciales para las personas sin hogar desde un prisma diferente a la actual lógica predominante. Además, tanto para la una como para la otra, es necesario e imprescindible contar con el consentimiento del sujeto. Un sujeto de derechos, un ciudadano de pleno derecho que solicita, siguiendo los trámites necesarios, ser puesto al abrigo en una institución. Baste decir que en el contexto actual de los servicios residenciales tienden a confundirse estos dos campos, lo terapéutico y lo social, como si formaran parte de una unidad indisoluble y amalgamada.

Separar el acto “terapéutico” del acto “social”

En la actualidad existe una peligrosa tendencia a confundir y solapar el acto terapéutico con el acto social, más propio de las prácticas educativas. Dicho de otra manera, para que una persona (cualquiera de nosotros) pueda solicitar un tratamiento y decidirse a llevar a cabo un trabajo personal que le permita sostenerse mejor en el lazo social debe antes existir un previo, una demanda. Poder sostener la posibilidad y la confianza de que algunos de los malestares que uno experimenta puedan ser abordados en el encuentro con un otro, bien sea éste un profesional, un servicio o un dispositivo de atención socio-sanitaria.

En el campo de la exclusión social, podemos agregar que hay ciertas demandas implícitas que necesitan de un tiempo, siempre subjetivo, para poder constituir un llamado al otro. Es el tiempo que se deduce de tener unos mínimos apoyos económicos y sociales, como por ejemplo, tener una vivienda, un espacio, un lugar propio donde sentirse seguro y desde el cual poder comenzar otros caminos. No se entiende, pues, no se deduce automáticamente que en los dispositivos residenciales se opte por unas metodologías que condicionan la estancia a unos objetivos terapéuticos que se imponen de entrada y por igual a cada persona, sin tener en cuenta la particularidad de cada caso. Todos estaremos de acuerdo en afirmar que el acceso a un tratamiento no debe ser tomado como condición previa y necesaria para el acceso y el mantenimiento en una vivienda. Entonces ¿Por qué se exigen objetivos terapéuticos en las prácticas sociales? Es una pregunta que encierra múltiples paradojas y malentendidos, y a la que trataré de contestar en el presente artículo.

Esta separación entre disciplinas, entre prácticas sociales y terapéuticas, debe ser abordada con la mayor prudencia y detenimiento, ya que si bien se trata de dos disciplinas diferentes, la psicología y la pedagogía, considero imprescindible que exista una conversación entre ambas. Lo cual no implica que se den al mismo tiempo ni en el mismo lugar, ni que sea una la condición de la otra. No obstante existen múltiples maneras de pensar su articulación. Sin ir más lejos, existen por ejemplo prácticas sociales orientadas por la clínica en el campo de las psicosis infantiles con gran éxito y eficacia social, o las múltiples experiencias educativas que se apoyan en la supervisión clínica para poder alojar y acompañar a las personas con enfermedad mental grave que acuden a su servicio. En el mismo sentido, la construcción del caso en red (Ubieto, Barcelona) permite organizar una conversación entre las diferentes disciplinas y servicios que atienden un caso en común, situando los límites y las funciones de cada uno, así como orientando un trabajo común y colaborativo.

En mi opinión, esta cuestión encierra un debate fundamental que debería suscitar, cuanto menos, la inquietud de aquellos profesionales y disciplinas que concurren en el aparato de la red asistencial y los Servicios Sociales. Como señala Alfredo Zenoni, ¿Cuál es la razón misma de la existencia de una institución? “Las instituciones de cuidados y de asistencia existen, antes incluso que para afrontar el “tratar” al sujeto, para acogerlo, ponerlo al abrigo o a distancia, ayudarlo, asistirlo: antes que tener un objetivo terapéutico, es una necesidad social.” Es un deber de humanidad, añade.

Muchas de las prácticas sociales e institucionales que alberga la red asistencial y, en particular, los dispositivos residenciales para personas en situación o riesgo de exclusión social se basan en modelos de reeducación y tratamiento que condicionan de manera muy notable tanto el acceso al servicio como el trabajo de acompañamiento, propiciando en multitud de ocasiones el abandono de estos programas. Se trata, en consecuencia, de profundizar tanto en los límites éticos como en la separación necesaria que existe entre la voluntad terapéutica, a veces feroz, y la función social de acoger y alojar a aquellas personas que se encuentran en una situación extremadamente vulnerable. Mantener esta función “social” es precisamente lo que permite marcar un límite a una voluntad terapéutica que, sin este límite, arriesga transformar la institución en un lugar de alienación, improvisación y de experimentación a ultranza. Quizás no se haya percibido que es a causa de esta confusión entre su función hospitalaria y sus objetivos terapéuticos, por lo que la institución ha podido ser objeto de crítica y de medidas de abolición tanto en el pasado como en el presente. Tenemos muy reciente la experiencia italiana de abolición de los Hospitales psiquiátricos y sus devastadores efectos. En cambio, a las personas sin hogar se les “aplica” generalmente el conocido vulgarmente como “método de la escalera”, a saber, si la persona cumple con las exigencias de “tratamiento” que se le imponen podrá ir ascendiendo progresivamente a mayores niveles de asistencia hasta poder alcanzar una vivienda normalizada. Obviamente, para la gran mayoría no funciona, en consecuencia, cada 6 días muere una persona en la calle en España y su esperanza de vida desciende dramáticamente con respecto al resto de la población.

A continuación expongo uno de entre muchos ejemplos que podemos constatar en nuestra práctica, a modo de ilustrar mejor algunas de las dificultades y obstáculos con las que se encuentra tanto la persona que solicita apoyo como los profesionales y servicios que le atienden. María sigue un tratamiento en un CSM, se encuentra alojada en un albergue y es atendida en un centro de día. Tras solicitar la valoración de exclusión social, necesaria para poder acceder a una plaza en un recurso residencial, acude a una primera entrevista con la responsable del dispositivo asistencial al que ha sido derivada. En esta entrevista se le aconseja cambiar su tratamiento psiquiátrico que será administrado y controlado de ahora en adelante por los educadores del piso, además se le advierte de que “estará vigilada las 24 horas del día” así como que deberá dejar de acudir a los comedores sociales, al centro de día que frecuenta y abandonar las pocas e intermitentes relaciones sociales que mantiene, por considerarlas “tóxicas”. María, que ha hecho un intento de suicidio hace una semana y que desde hace un mes ha visto agravados sus síntomas de paranoia, rechazo y desconfianza, se pone inmediatamente en actitud defensiva. Esto es tomado por la entrevistadora como una actitud de desafío y de “no querer participar del programa”. Los días sucesivos, María se muestra esquiva y evita acudir a las comidas del piso de acogida. De nuevo, la lectura del equipo educativo se traduce en una frase que es dicha a María, “esto no es una pensión, usted aun no está preparada para residir en una vivienda”. A los pocos días, María se hace expulsar del dispositivo quedando expuesta a consecuencias dramáticas, en la calle y sin poder confiar en nadie. Lo que para María podía haber sido tomado como un comienzo, una solicitud de ser alojada y protegida de las dificultades que le perturban, un corte con respecto a la deriva y la errancia a la que de manera repetida ha recurrido en momentos estragantes de su vida, se ha convertido en causa de mayor sufrimiento y desamparo. Por otra parte, lo que podía haber sido leído como la posibilidad de iniciar un trabajo de colaboración entre servicios e instituciones sociales y terapéuticas ha quedado elidido y suprimido al acceder al servicio residencial que ha apostado por centralizar en su seno muchas, sino todas, las facetas de la red que el sujeto había construido, con gran esfuerzo, y que eran parte de su solución particular para afrontar sus dificultades.

Eficacia social y buen pronóstico

Hace aproximadamente dos décadas que se puso en marcha Housing first en los Estados Unidos. Atendiendo a los datos supone una práctica institucional que funciona particularmente bien para aquellas personas que se encuentran en situación de especial gravedad y vulnerabilidad. El modelo Housing first ha sido recientemente puesto en marcha en nuestro territorio por la fundación RAIS bajo el nombre de “programa HÁBITAT”. RAIS ha evaluado los efectos del modelo junto con el Centro de Estudios Económicos de la Fundación Tomillo -en colaboración con la Fundación La Caixa-.  En atención a los datos que presenta en sus informes  llama la atención el hecho de que este modelo resulte más económico que las soluciones asistencialistas convencionales. Una plaza de albergue cuesta de media en España 39,34 euros al día y una vivienda unipersonal de Hábitat –con todo su equipamiento incluido- cuesta 34,01 euros por día. Incluso se ahorra aún más porque se reduce sustancialmente el uso de emergencias sanitarias, instituciones penitenciarias y Administración de Justicia, visitas a médicos, número de hospitalizaciones, uso de ambulancias, intervenciones policiales, servicios de limpieza, servicios de emergencias, etc. 

En este sentido, la seguridad que supone una vivienda así como la confianza que la persona siente depositada en él, hacen que la persona genere procesos que antes eran impensables en las condiciones precedentes. Desde ese hogar las personas se encuentran en una situación nueva, diferente, que les lleva a iniciar otros recorridos y opciones personales como acceder a recursos de formación y empleo, acceder de manera continuada a los servicios sanitarios, recibir una atención psicológica, entrar en programas de deshabituación en el campo de las adicciones, o solicitar prestaciones de discapacidad o vejez, etc. En cualquier caso, se trata de cómo cada persona podrá ocupar un lugar, su lugar, en el mundo. La solución particular de cada uno pasa por considerar que todos necesitamos un espacio y un tiempo para construir nuestro porvenir. Si bien, esto no se puede precipitar ni violentar, si podemos contribuir a generar espacios y prácticas que tengan en cuenta estas dos dimensiones.

A largo plazo, los estudios internacionales demuestran que el proyecto aumenta la calidad de vida general, limita la autopercepción de discapacidad, mejora la salud mental y reduce el uso de sustancias tóxicas.

Cosme Sánchez Alber
Técnico en intervención social
Referencias:

Housing First: una revolución para personas sin hogar. Artículo publicado en el periódico EL PAÍS, el 8 de Octubre de 2015, por Fernando Vidal, Presidente de RAIS Fundación y profesor de la Universidad de Comillas.

El modelo Housing first, una oportunidad para la erradicación del sinhogarismo en la comunidad de Madrid. Informe realizado a través del Grupo de Alojamiento de la Red Madrileña de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, EAPN Madrid, Junio del 2013.