Las
fechas navideñas suelen traer al barrio a antiguas amistades que hoy viven y
trabajan fuera. Mola tomarse dos cervezas un
cafecito y compartir vivencias con esta gente, que suele ser de lo más
interesante.
Hoy
he vivido uno de estos encuentros con una amiga que trabaja de orientadora en un colegio público. Tras ponernos
al día con nuestras respectivas vidas, y sin entrar demasiado en la crisis -que
corre el riesgo de monopolizar las conversaciones- hemos comenzado a hablar de
nuestras prácticas profesionales.
Ella,
como orientadora, decía sentirse impotente ante diversas situaciones de
desprotección que ve en sus alumnos. Comenta que aunque la educadora o
trabajadora social de turno se implica y le pone ganas, la percepción del cole
es que “todo sigue igual”. Cierto que
las intervenciones familiares requieren su tiempo, y difícilmente se van a
solucionar las cosas en dos días, pero hay casos flagrantes en los que incluso nosotros mismos percibimos la "falta de acción".
En otras ocasiones es el cole el que detecta pero no notifica bajo ningún concepto, muchas veces por miedo a tener problemas con la familia
Me
acuerdo de las dos
mujeres que fallecieron en León hace un par de meses. La madre murió
primero, la hija, con discapacidad intelectual y ceguera, murió días después
por falta de cuidados. Es un caso extremo, pero me recuerda a algunos casos que
vivimos a diario.
En el caso que os comentaba, tanto la familia,
como la gente del barrio e incluso los servicios sociales sabían que las dos
mujeres no tenían autonomía para vivir solas, pero la madre tenía mal carácter
y no escuchaba las voces de alrededor. De igual manera la familia y los vecinos
saben que hay menores con indicadores de desprotección, en el colegio también,
pero o bien nadie se atreve a notificar,
o como el menor “no da guerra” no hurgamos lo suficiente, o como la madre se
pone como un basilisco cualquiera dice nada….
Se
me ocurren dos maneras de trabajar para minimizar estos casos: Una es coordinarse muy estrechamente con los recursos
del barrio. Obtener información de todas las fuentes posibles (agentes
comunitarios, centros escolares) y detectar éstas situaciones rápidamente, para
anticiparnos y empezar a trabajar desde algo más preventivo.
La otra pasa por eliminar esa idea del "chivato" que notifica situaciones de riesgo. Todos los agentes que trabajamos con menores somos responsables de denunciar situaciones de riesgo. Y a partir de ahí la responsabilidad queda ya en manos de los servicios sociales, que deben actuar lo más rápido y eficazmente posible.
Es
algo que me cuestiono muchas veces, la gente a la que no llegamos, esos que se
nos escapan. ¿Y vosotros?
Miriam